Desde los inicios de los periódicos en el siglo XVII el papel de la prensa y el de los periodistas que se ganan la vida con ella han sido siempre muy controvertidos. La poca fiabilidad de los escritores de folletines era ya lugar común en el siglo XVII. También es antigua la acusación de «sensacionalismo» o amarillismo, así como el problema de las libertades tanto de expresión como de información. A los periódicos y a los periodistas desde siempre se les ha pedido autonomía y lealtad a la “verdad”, y desde siempre esto, en la mayoría de casos, no ha cumplido, pues convergen intereses de todo tipo para frenar a la verdad, sobre todo de tipo económico: un periódico es una empresa que necesita dejar réditos e informar de manera veraz en estas condiciones es complejo. Por eso vemos a los grandes magnates queriendo tener su mass media; alrededor del mundo las grandes casas periodísticas han sido compradas por multimillonarios, porque ellos saben el poder que los medios tienen. En Colombia, por ejemplo, los diarios pertenecen a familias que a principios del siglo XX se dieron cuenta de que tener un medio de comunicación significaba tener poder y así resultaría más fácil llegar al poder.
Cuando los periódicos abrazan de manera desvergonzada la causa económica, lo que hacen ya no se puede llamar periodismo, pues el deber ser del periodismo es, entre otras cosas, investigar e informar a la población en general, informar de manera veraz y pertinente, con equipos de trabajo enfocados a correr mantos que oculten cosas del tipo que nos interesa a todos, como qué tan bien hace su trabajo un gobernante de turno; pero cómo hacer este tipo de trabajo cuando ese gobernante al que se debe investigar es el que te da jugosos y millonarios contratos. Con el empresario pasa exactamente lo mismo.
Así ningún periodismo se hace de manera independiente. En algunas investigaciones que están dando la vuelta al mundo, se muestra que para que un periódico sea independiente debe recibir dinero de manera imparcial, es decir, que no sean los gobernantes los empresarios los que aporten el capital para que el periódico funcione de manera efectiva sino que debe venir de sus lectores o del Estado pero de manera transparente, por decreto de ley y no por favorecer a los de su preferencia, bajo una fórmula conocida y estipulada de manera clara.
Hay grandes marcas que lo han logrado y tienen un nivel de confianza entre sus lectores que en vez de decrecer aumenta, como son los casos de The New York Times o el The Guardian. Colombia, por su parte, no se salva de la desconfianza que hay en los periódicos, que existe casi que desde su nacimiento.
Quienes sí vienen logrando una escalada en la confianza son los medios digitales e independientes como el colombiano lasillavacia.com, Schibsted de Noruega. Estos son medios que han logrado innovar y ganar la confianza de sus lectores así como generar ganancias de manera orgánica y esencial.
Además de todo esto el periodismo debe decir las cosas como son y no edulcoradas, pero volvemos a lo mismo, sin una manera clara de modelo de negocio no se puede hacer buen periodismo, se podrá hacer publicidad pero jamás periodismo. Y acá la sociedad civil puede colaborar para que el buen periodismo sea una herramienta para fortalecer la democracia y la transparencia en el Estado. Cómo puede la sociedad civil ayudar a que esto suceda: sencillo, apoyando de manera pequeña pero efectiva a las casas editoriales que demuestren independencia e imparcialidad investigativa.
No sabría decir si existe el periodosmo independiente, lo que sí puedo decir es que puede existir.
Si te ha gustado, ¡compártelo con tus amigos! No critiques, crea
Dejar una contestacion