El pensamiento heteronormativo de un Caballero 

Foto: gettyimages

Por Eva Paliè 

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“Das al placer, oh puta redentora del mundo, y nada pides a cambio sino unas monedas miserables. No exiges ser amada, respetada, atendida, ni imitas a las esposas con los lloriqueos, las reconvenciones y los celos. No obligas a nadie a la despedida ni a la reconciliación; no chupas la sangre ni el tiempo; eres limpia de culpa; recibes en tu seno a los pecadores, escuchas las palabras y los sueños, sonríes y besas. Eres paciente, experta, atribulada, sabia, sin rencor.” Jaime Sabines

El artículo que escribió el domingo anterior el periodista Antonio , reconocido columnista de opinión política en Colombia, fue un mensaje concreto para todas las personas que nos dedicamos a luchar contra la discriminación, el abuso y el maltrato hacia la mujer. En el mundo hay muchas injusticias y cada uno elige que batallas enfrentar; y aunque trato de no cometer abusos y vivir una vida cargada de conciencia, sé que siempre habrá un aspecto de la vida propia con el que uno no logra sentirse del todo tranquilo. Dicho lo anterior, paso a reflexionar sobre la normalización pedante y grotesca que pretendió hacer .

El autor inicia su columna invocando a una figura cuando menos heteronormativa: “Pero por Dios, todos estos hombres poderosos, presidentes como Donald Trump, grandes productores de cine, famosos periodistas de televisión, congresistas, ministros ¿es que no saben pedirlo?” Desde que arranca hasta que termina su ya muy leída columna el periodista se encarga de hacerle saber a sus lectores que él es un consumado macho y no se sonroja en repetirlo. Esa expresión se la escuchaba a mi padre cuando se sentaba con sus amigos en el club a tomar single malt: a las hay que pedírselo con tacto. Nunca me atreví a preguntarle qué era lo que se debía pedir a la mujer con tacto; pero muy pronto fui comprendiendo a que se refería. Esa manera de el asunto, es cuestión de rutinas, de actos cotidianos que pensamos que no son más que simples detalles a los cuales no se les debe prestar atención como no se le presta atención a una hebra suelta de la blusa o a una mancha en la camisa después del almuerzo; y son esos pequeños detalles los que van arrinconando a muchas personas a través del sufrimiento y el vejamen más resuelto. 

Las mujeres hemos emprendido una lucha, paulatina y concienzuda algunas veces y ligera otras; en ocasiones mendigando derechos, en otras exigiéndolos sin mucha repercusión. Oír decir a un sujeto blanco, adinerado, culto, y que ha recibido la mejor educación, que lo que se está denunciando alrededor del mundo sobre acoso y abuso por parte de hombres poderosos hacia mujeres que o bien trabajan para ellos o bien quieren hacer una carrera en el mundo no es más que una chabacanería, no puede sino invitarnos a la reflexión y a estar alerta. Es una invitación para todas las mujeres y hombres que queremos plantarle cara al machismo decimonónico sin sonrojarnos. Mujeres del  mundo unámonos ya, y empecemos a establecer de muchos modos que la vida es un asunto serio y que no debemos permitir que los hombres con algún grado de nos mancillen y nos  arrebaten la dignidad. 

Que nos palmeteen la nalga, nos cojan nuestras partes íntimas, nos quieran besar, o tocar la pierna en el lugar de trabajo solo por el hecho de que son nuestros “superiores”, pero además que nos vengan a decir que eso no es un acto de abuso sino una descortesía por parte de la supremacía, es un insulto a nuestra inteligencia y a nuestro ser en el mundo. Desde que me di cuenta de que eramos vulnerables al maltrato no he hecho otra cosa que prepararme en muchos aspectos de la vida para enfrentar al poder heteronormativo. Saber que te pueden lastimar, abusar, vejar, porque eres mujer no es nada saludable; mucho menos lo es el temer porque estás inmersa en un mundo de machos que se creen con el derecho de poseer y despojar,  violentar y mancillar, humillar y sobre todo normalizar a través del lenguaje una conducta que a muchas nos parece despreciable. Algunos se creen cazadores furtivos detrás de una presa deseable; como les he escuchado decir a algunos: todo lo que se mueva y derrame sangre se come. Así nos acosan en los claustros académicos, porque una mujer, y más si es bonita no puede elegir ser médica o abogada; y ahí se lanzan detrás de la presa con el argumento de nuestra minusvalía intelectual o física. En los trabajos, si queremos escalar posiciones de poder debemos vendernos para llegar a ser; lo que no saben es que ya somos, y cada vez más, y aunque nos quieran decir lo contrario no es cierto. 

Al poder me le enfrento, sin culpa, sin remordimiento y sin minusvalía; a la mujeres les recomiendo hacer conciencia y saber que no estamos solas en esta lucha, en este momento histórico hay muchas mujeres y cada vez más hombres, forjando un fuerte e inteligente, luchando contra la opresión, las cadenas y el techo de cristal. No creamos en cantos de sirenas como el de Caballero que viene a normalizar los abusos por medio de un lenguaje disociado del dolor de las víctimas. 

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